Confiar en un robot, una cuestión psicológica difícil
Aunque se demuestre más allá de toda duda que el funcionamiento de un determinado robot es del todo seguro y que no entraña riesgo alguno para las personas con las que conviva, desconfiar inicialmente de un ente tal parece ser inherente a la condición humana.
Cada vez se avanza más en el desarrollo de robots capaces de ayudar a personas con dificultades para valerse por sí mismas, por ejemplo ancianos, haciendo para ellas tareas simples pero que contribuyen de modo significativo a su calidad de vida, como llenar de agua ese vaso para que puedan saciar su sed sin tener que levantarse trabajosamente a servírsela ellas mismas.
Esto significa que los humanos que interactúen con esos robots deben confiar plenamente en la conducta del robot si se pretende aprovechar al máximo el potencial de estos autómatas como herramientas de asistencia personal.
Para conseguirlo, es conveniente averiguar cuáles son los rasgos de un robot que más influyen en regular el grado de confianza que las personas pueden llegar a tenerle, y hacia ese objetivo va dirigido un nuevo proyecto, financiado por el Consejo de Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas (EPSRC), y en el que trabajan científicos de la Universidad de Hertfordshire, ambas entidades en el Reino Unido.
En el proyecto, de tres años y medio de duración, se estudiará cómo los robots pueden participar en interacciones sofisticadas con humanos de un modo que les inspire la suficiente confianza. También se abordarán cuestiones concernientes a las barreras psicológicas entre robots y humanos que han obstaculizado el desarrollo de las interacciones humano-robot.
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